Las palabras que lloran cuando no son escuchadas.

Si medimos bien la distancia entre lo que anhelamos y lo que realmente tenemos, acaso una micra lo separa.
Lo que tenemos hoy lo anhelemos ayer y lo que anhelamos hoy, lo perdimos la víspera de hoy.

Cuando escribimos palabras como notas, hacemos poesía, y cuando somos capaces de hacer poesía, tenemos el mundo a nuestros pies, el universo recobra otra dimensión, entramos en el infinito, en el reverso de lo imposible, en el lugar....donde todo es posible y quedan mil mundos por construir.
A continuación, trataré de construir un mundo para los sentidos, donde el hombre, tal y como hoy se muestra, llorará, reirá y soñará como solo en un mundo libre de pesos puede hacer.
Utilizaré las herramientas más básicas y las únicas a mi disposición, el oído y la vista. El olfato, el tacto y el sabor por la imperante necesidad de sentir, lo pondrá el incauto que tome la acertada senda de anhelar.


Relatos cortos.

Defectos de la perfección

Un minuto después de aquel alarido, Eva se giró sobre si misma y alzó la vista, era la primera vez que abría los ojos, a poca distancia de ella, comprobó que el que sufría era Adan, su benefactor, aquel que se dejó mutilar por su existencia, le faltaba exactamente una costilla, carne de su carne, dolor de su dolor, todo por amor.
En pocos segundos y ayudado por sus cuidados, Adan sanó como por arte de magia, pocos minutos después este se alzo y tomó su mano, con la mirada le mostró una senda, ambos comenzaron a caminar.
Todo era verde y hermoso, los animales pastaban libres y en armonía próximos a la rivera de un arrollo cuyas aguas radiaban luz y frescura, inmensos prados colmados de flores multicolor, se extendían hasta más allá de donde les alcanzaba la vista, el constante aroma de la albahaca impregnaba aquellos esculpidos cuerpos, elevando su belleza a la máxima expresión.
Era atardecer, y la brisa acariciaba el suave y dorado cabello de Eva entrelazándolo con el de Adan.
Tendidos sobre la hierba bajo un gran manzano repleto de color, Eva acariciaba la desnuda piel de Adan y este, la correspondía con una mirada sutil y agradecida, el repiqueteo de las hojas de los álamos mecidos por el aire, armonizaban el canto de los jilgueros que parecían dedicarles todo su repertorio, definitivamente, estaban en el paraíso.
Inesperadamente algo llamó la atención de Eva, era un quejido que provenía de unos arbustos, ambos se pusieron en pié y sin distraer la mirada de aquel lugar, se aproximaron, una vez allí y habiendo separado la ramas que les impedían la vista, pudieron observar con estupor que tras una valla metálica, varias personas se arrastraban hacia ellos intentando pasar al otro lado.
Aquellos, los del otro lado, parecían seres de otro mundo, se retorcían de dolor y no dejaban de pronunciar extrañas expresiones, sus manos presentaban yagas y heridas sangrantes, sus cuerpos estaban sucios y marcados por las afiladas piedras, no hablaban como ellos, parecían tener su propio dialecto, incomprensible para ellos.
Tal fue el temor que les abordó, que soltaron rápidamente las ramas y huyeron hacia su paraíso, estaba claro que sin su ayuda, aquellos asquerosos seres nunca lograrían pasar la valla.

Aquella tarde, cuando desperté de la siesta, parecía haber dormido mas de 2000 años, ufff, había descansado estupendamente y me encontraba con fuerzas renovadas.
Me hice un café, y me senté en el sofá, conecté el televisor y por un momento, parecía haber vuelto a dormirme, como si no hubiera despertado de la siesta. En las noticias, una imagen demasiado común, varios inmigrantes subsaharianos habían quedado enganchados en la valla que separa Melilla de Marruecos y habían perecido durante la noche. Sus cuerpos presentaban heridas y estaban sucios y llenos de arena, al parecer habían estado allí toda la noche enganchados en los afilados garfios de la valla hecha a propósito para tal fin. Otros tantos que no habían alcanzado la valla y estaban al otro lado esperando su turno la noche próxima, increpaban a los de este lado con palabras extrañas, dialectos e idiomas incomprensibles para los de la cuna.
Me levanté y apagué el televisor, desganado abrí la nevera y al fondo de una bandeja vi una manzana, sin dudarlo la cogí y le dí un mordisco, su jugo llenó mi boca y en menos de dos minutos me sentí mejor, ya estaba al otro lado de la valla, al lado de los que se arrastran para vivir.-


La imperfección no se crea, solo se engrandece, pero viene hecha de serie.-


Pedro Antº López